miércoles, 12 de enero de 2011

Sostenibilidad a debate

Lo siento, la entrada de hoy es (aún más) peñazo, pero me sale del alma ingenieril.

Desde hace ya bastantes años la sensibilidad medioambiental ha calado en nuestras administraciones. Los técnicos encargados de dar respuesta a los procedimientos de evaluación ambiental vienen reflejando en los informes que las respectivas Consejerías hacen llegar a nuestro estudio de urbanismo directrices de sostenibilidad bienintencionadas en todo caso, pero cuestionables en muchos aspectos, que se entienden en el marco de la dinámica pendular tan característica en nuestra sociedad. Por ello es necesario separar el trigo de la paja, y abrir un debate sobre ciertos dogmas de imperativo común que se vienen plasmando en informes oficiales como coletillas omnipresentes, para tratar de sacar a debate las justificaciones técnicas que los respaldan. Hablaré de dos: la reutilización de aguas grises en edificación, y la implantación de pavimentos drenantes en viario.
Respecto al primero de ellos, la ventaja directa es evidentemente una disminución de la demanda de agua potable para usos que no requieren la máxima calidad (intuitivamente todo el mundo acordará que es un desperdicio tirar por el inodoro agua potable); y las ventajas derivadas  son principalmente tres:
  1. Una disminución del volumen de captación en origen, y por tanto una menor alteración del ciclo hídrico natural.
  2. Al disminuir el caudal efluente en ETAP, disminuiría el empleo de agentes químicos en dichas instalaciones (desinfectantes basados en Cl, coadyuvantes, floculantes, etc., que deberían ser vistos como contaminantes a pesar del buen servicio que nos prestan).
  3. Por este mismo motivo, disminuyen también las necesidades energéticas en tratamiento y transporte de agua potable.
 
Todo lo anterior es sin duda cierto, pero ¿resisten estas ventajas un análisis coste/beneficio al ser cuantificadas y contrastadas con los inconvenientes?. Basta echar un vistazo en la última estadística del INE al peso relativo del consumo en edificación sobre el consumo total, para deducir que una disminución de la demanda de agua potable en los hogares-que nunca podría superar en todo caso cierto % sobre el consumo urbano total- no tendría una incidencia significativa sobre el ciclo hídrico y sus derivadas: la salud de nuestros acuíferos, el caudal mínimo de estío o la necesidad de más o menos embalses.



 
La misma conclusión puede sacarse al analizar los datos de la Demarcación Hidrográfica del Tajo, una de las de mayor desequilibrio por su poca superficie de cuenca en relación con la población que acoge (con la conurbación de Madrid como factor determinante). Puede observarse que se emplea más agua en generar electricidad que en "metabolismo" de las ciudades, ergo, si queremos ahorro hídrico real, cerremos Trillo y dejemos a la gente disfrutar del césped.

Debe destacarse que los usos urbano y de refrigeración son consuntivos sólo en un determinado porcentaje (del orden del 20%), el restante 80% retorna al medio, aunque no en las mismas condiciones de pureza (DBO y DQO) y temperatura (otro modo de contaminación)

Por otro lado los inconvenientes asociados a una proliferación de instalaciones locales de tratamiento de aguas grises –no estamos hablando de aguas regeneradas en línea de tratamiento terciario en EDAR-son evidentes:
  1. Duplicidad de redes de suministro y evacuación en el edificio: consumo de espacio y ante todo duplicación de los consumos asociados a estas canalizaciones (materiales y energía)-éste sería seguramente el menor de los problemas.
  2. Pérdida de economías de escala al pasar de pocas instalaciones centralizadas a un mayor número de instalaciones menores. La ineficiencia relativa de múltiples instalaciones locales lleva por tanto a un mayor empleo de aditivos químicos y de energía en procesos de desinfección (UV), que anulan en gran medida la ventaja nº2.
  3. Problema de gestión y falta de garantía de un correcto mantenimiento. Bien es cierto que las comunidades de vecinos están acostumbradas a gestionar la revisión de sus torres de refrigeración, ascensores y demás instalaciones comunes, pero el coste de implantación y mantenimiento de una instalación de reciclado de aguas grises junto con su citada ineficiencia son difícilmente justificables frente a la opinión pública (o frente al mercado inmobiliario), pues lleva asociados unos costes por m³ que paradójicamente llegan a superar en algunos casos el precio del agua potable
¿Significa lo anterior que no merece la pena ahorrar agua en nuestros hogares?, en absoluto, una política de ahorro es sin duda imprescindible, ante todo dada la irregularidad en las aportaciones que siempre hemos padecido en la península, y en adelante frente al nuevo reto del cambio climático. Sin embargo las inversiones en reducción de la demanda (de agua total, no sólo potable) más justificables en mi opinión se basan en la reducción de pérdidas en las redes de distribución, y -el elefante en la habitación- la optimización de las instalaciones de riego agrícola.

El segundo imperativo es el empleo de pavimentos drenantes en nuevas urbanizaciones, un ejemplo de solución en busca de problemas. Este tipo de bases porosas surgen en el norte de Europa para minimizar el problema de las escorrentías y encharcamientos en las calles de extensas zonas pavimentadas y de escasa pendiente, ante la insuficiencia de los sistemas tradicionales de captación mediante imbornales y sumideros. Se arguye también que mediante estas soluciones se procede a la recarga de los acuíferos, aislados artificialmente de la superficie del terreno por el viario y las edificaciones. Por tanto se da respuesta a problemas reales de las grandes conurbaciones de Holanda, Alemania y Gran Bretaña. ¿Es importable este análisis a las nuevas urbanizaciones que se realizan en nuestro país?. Dos factores indican que no. En primer lugar, en aplicación de los estándares urbanísticos la superficie de suelo calificado como zona verde o sistema local/general de espacios libres, supera con mucho a la superficie de viario, que suele limitarse a entre un 20% y un 25% del total. Es evidente que la recarga de acuíferos se realizará a través de dichos terrenos naturales, y a través de los ajardinamientos interiores a parcela con los que cuentan casi todos los nuevos desarrollos. La incomunicación del freático no creo que sea un problema en los paradigmas del nuevo urbanismo (v. gr. PAUS del entorno de Madrid-sin entrar a juzgar la bondad de estos desarrollos), siendo de más aplicación en la rehabilitación de cascos urbanos de elevada densidad y conocidos problemas de evacuación de pluviales. En cuanto al segundo problema a abordar, el de la insuficiente capacidad de evacuación de las redes de saneamiento, bastaría con ampliar el periodo de retorno de 15 años con el que se suele calcular esta infraestructura, seguro que el incremento de coste por aumento de diámetros se compensa con el ahorro en bases plásticas drenantes bajo viario.
Como conclusión, quisiera defender la utilidad de un instrumento como es la Declaración de Impacto Ambiental, lamentando que no resulte del todo eficaz para paralizar algunas actuaciones que por mero sentido común nunca debieron haberse llevado a cabo. He tenido en mis manos declaraciones favorables a actuaciones que, bien sea por el valor natural del emplazamiento en el que se ubican, o bien por lo injustificado de su desarrollo en un escenario de desplome de la demanda, tendrían que haber sido negativas. Eso sí, daban luz verde a la urbanización siempre que planteásemos en las ordenanzas del Plan Parcial el reciclado de aguas grises y la implantación de pavimentos drenantes.
En los próximos años conviviremos con muchas urbanizaciones acabadas que no van a ser edificadas, lamentablemente parece que hemos perdido de vista que uno de los mayores impactos sobre el medio es la propia ocupación del suelo.