miércoles, 28 de diciembre de 2011

La cuesta de Moyano



Última mañana de otoño. Salgo del Retiro por la puerta que da a la Cuesta de Moyano, y a la izquierda veo el escudo de mi profesión rematando la valla del antiguo Ministerio de Fomento.

"Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos"... qué nombre tan anacrónico, claro que... se gestó allá por 1802, creo recordar. A los canales de transporte, como el de Castilla, los sentenció el ferrocarril, y a los canales de regadío la impopularidad de los trasvases. También éramos ingenieros de presas, pero de este otro sueño hijo de Joaquín Costa despertamos en los pasados años 80: se desvaneció al agotarse las cerradas topograficas más aprovechables, y al adoptarse (afortunadamente) puntos de vista más respetuosos con el medio ambiente. 
Ingenieros en vías de extinción, especialidad a especialidad: hoy nos hundimos en el fango los urbanistas, mañana, cuando se hayan completado las redes de alta velocidad, serán los ferroviarios. Emigrar o afrontar el paro y la lucha por la supervivencia (puro darwinismo).

Los tiempos han cambiado para siempre, la competencia entre nosotros (dada la proliferación de escuelas y la casi nula demanda actual de profesionales) va a generar mucha frustración. Hace tiempo se regulaba el acceso a la carrera (examen de acceso/elevada nota de selectividad), ahora mismo el proceso de selección actúa a la salida al mundo laboral, y muchas veces no se sabe muy bien cuáles son los factores clave para "sobrevivir" ¿la criba empresarial (tanto para acceder a un puesto, como para mantenerse en él) premia a los más aptos, a los mejor relacionados, a los de menores aspiraciones salariales o a los más costosos de despedir?.  
Pensando en esto alcanzo los puestos de libreros de viejo, y entre mucha morralla logro dar con unas cuantas joyitas:






Las ordenanzas técnicas (tan solo 0,50€ cada una) llamarían la atención de cualquier compañero por sus títulos: "sustitución del motor de vapor/motor de sangre por el electrico de cable aéreo", etc., pero también del resto de aficionados a la historia, por los nombres de sus protagonistas: el alcalde Alberto Aguilera, y promotores/concesionarios como Arturo Soria o Cánovas del Castillo (éste último como prueba del concubinato secular entre empresa y política, del que nos quejamos aún hoy).



La "Crítica del Darwinismo Social" del tal Jacques Novicow (al que desconocía) me pareció un ataque político muy fundamentado contra las doctrinas del liberalismo extremo por un lado (hablando de la competencia entre individuos), y contra el nacionalismo por otro (al abordar la competencia entre naciones, que acabaría desembocando en las guerras mundiales). Lo compré porque me pareció muy avanzado para la época (muchos años antes de que se gestaran los fascimos como apogeo del referido darwinismo social).

Este concepto de supervivencia competitiva me vuelve a llevar a la coyuntura de mi profesión (obsesión de nuestro gremio tras el tijeretazo de Mayo de 2010):

La retracción de la demanda ha sido brutal y repentina, pero era previsible desde el momento en el que asomó la patita la crisis: en el esfuerzo por superar un atraso secular hemos alcanzado un nivel en infraestructuras que no es acorde con nuestra capacidad económica. Individual y colectivamente somos los mismos que hemos sabido proyectar y ejecutar obras en tiempo récord, esto queda demostrado. En 30 años se han ejecutado las obras que en otras condiciones se hubieran afrontado en el doble de tiempo (bendito maná europeo). Las más inútiles las padeceremos como un lastre en las cuentas públicas durante décadas, y sin embargo las más prácticas las disfrutaremos como si fueran algo natural (¡qué sencillo es circular por una autovía como si siempre hubiera estado ahí, y qué reto representa el terreno cuando lo observas en su estado natural!). La cuestión es que la tarta de la que comíamos ha encogido en más de un 60% (si algún brujo lo hubiera pronosticado cuando opté por esta carrera a mediados de los 90 jamás le hubiera creído). Mayor debacle aún es la que sufren nuestros primos los arquitectos, un problema paralelo al nuestro pero amplificado, (lo digo sin un ápice de añoranza por la burbuja inmobiliaria, pero lamentando a la vez muchos casos concretos de amigos que no tienen posibilidad de ejercer).

El objetivo de la ingeniería ha sido y será hacer más fácil la vida al resto de la población: a todo el mundo le parece muy agradable darle a un interruptor y que se enciendan las luces de casa, abrir un grifo y que salga agua desinfectada, o tirar de la cadena y que aquello se marche bien lejos, cayendo siempre por gravedad, cuesta abajo, hasta llegar a una depuradora donde lo digerirán las bacterias. Proyectos y obras anónimos realizados por equipos que nunca anhelaron la notoriedad de otros profesionales, pero que siempre seguirán siendo útiles y necesarios... al fin y al cabo existen ciudades en crecimiento en la mayor parte del mundo, de modo que no hay que rendirse. En todo caso deberemos hacer un esfuerzo adaptativo, de reinvención e identificación de nuevos retos y problemas a los que dar solución, porque ellos albergan el futuro de nuestra profesión.

Si los poderes políticos (Berlín-París, más que Madrid) toman conciencia de que sólo a base de recortes no van a sanar al enfermo, hay muchísimas inversiones necesarias por hacer: en el campo energético nuevas plantas de EERR, pero ante todo sistemas de regulación del desfase entre picos de generación y de demanda eléctrica (bombeos reversibles), en hidraúlica instalaciones de desalación y distribución de agua planificadas pero no ejecutadas; y, aunque suene utópico/idealista en tiempos de crisis, afirmo que impulsando la cooperación para el desarrollo se abriría un campo amplísimo en la exportación de proyectos de ingeniería. Por último, respecto a mi especialidad, insisto, hay muchísimo que hacer en los ámbitos de la ordenación del territorio (planificación, análisis de riesgos naturales, competencia ordenada entre regiones) y de la intervención en áreas urbanas consolidadas  (compactación, densificación, rehabilitación, mejora del metabolismo urbano para ganar eficiencia energética e hídrica). Es muy necesario un poco de optimismo para cerrar un año nefasto para la profesión, seguiremos atentos a las novedades del sector.