domingo, 25 de octubre de 2020

Demografía ficción

Ayer escuchaba este podcast sobre la vida y obra de Miguel Delibes en el que a partir del minuto 35:12 se aborda el contexto temporal de éxodo y sangrado demográfico de Castilla y León en el que Delibes desarrolló su obra, y que la impregna de nostalgia y desarraigo. Es algo que se ve muy claramente en este gráfico de una de mis anteriores entradas sobre demografía entre 1950 y 1980:

 

Esto me ha llevado a preguntarme cómo sería nuestro país de mantenerse la distribución demográfica de diferentes periodos históricos, es decir, cuáles serían las provincias más y menos pobladas si los casi 47 millones de habitantes que tenía España en el censo de 2011 se repartiesen según el peso relativo que tenía cada región en el pasado. El resultado se puede ver a continuación en tres cuadros.

Reparto de la población actual según la distribución demográfica del censo de Floridablanca de 1787 (etapa preindustrial):


Según la distribución demográfica de 1787 habría hoy en España 20 provincias por encima del millón de habitantes (frente a 13) y la relación entre la población de la provincia más poblada y la de la menos poblada sería de 6:1 entre La Coruña y Álava (frente a 68:1 entre Madrid y Soria en 2011)
 
Reparto de la población actual según la distribución demográfica del censo de 1900: 
 

Según la distribución demográfica de 1900 habría hoy en España 18 provincias por encima del millón de habitantes (frente a 13) y la relación entre la población de la provincia más poblada y la de la menos poblada sería de 11:1 entre Barcelona y Álava (frente a 68:1 entre Madrid y Soria en 2011)
 
Reparto de la población actual según la distribución demográfica del censo de 1950, justo en los albores del gran éxodo del campo a la ciudad que aceleró la tendencia que se venía dando desde la industrialización (nótese que fue la evolución a una economía de servicios la que provocó la gran migración de 1950 a 1980):


 
Según la distribución demográfica de 1950 habría hoy en España 16 provincias por encima del millón de habitantes (frente a 13) y la relación entre la población de la provincia más poblada y la de la menos poblada sería de 19:1 entre Barcelona y Álava (frente a 68:1 entre Madrid y Soria en 2011)
 
Este ejercicio de demografía-ficción ilustra hasta qué punto hemos pasado de una distribución más o menos homogénea de la población, coherente con la capacidad portante del territorio en la etapa de economía agrícola, a una gran disparidad en términos de densidades, por la concentración de la población en las grandes ciudades en la fase de economía de servicios. 
 
Ya trabajando con dato real y no con las simulaciones anteriores vemos que en 1787 la provincia más densamente poblada era Pontevedra, con unos 74 habitantes/km2, y la menos densamente poblada Ciudad Real, con unos 9 habitantes/km2; la relación entre una densidad y otra era de 8,5:1.
 
En 2011 sin embargo la provincia más densamente poblada es Madrid, con 800 habitantes/km2, y la menos densamente poblada Soria, con 9 habitantes/km2, la relación es de 88:1
 
Pero, más allá del desequilibrio en cómo se distribuye población, cabe hablar de otros dos grandes desequilibrios que se dan en dos aspectos socioeconómicos fundamentales: la renta, y el envecimiento poblacional. Ambos se aprecian muy bien en los mapas mostrados en el apartado de estadística experimental del INE.
 
1) La brecha norte-sur en términos de renta: 
 


 
2) El gravísimo problema de sostenibilidad demográfica del noroeste debido al envejecimiento de su población:

 
Hay un último hecho que poner sobre la mesa: si bien en la segunda mitad del siglo XX el medio rural de las provincias de la España central se vació, sus capitales de provincia aumentaron su población, captando parte de la emigración de su alfoz. Sin embargo la despoblación está llegando ya a estas ciudades intermedias.
 
Dicho todo lo anterior ¿cómo afectan estos desequilibrios al desarrollo económico -y social, humano- del país?
¿qué cabe esperar sobre la estructura demográfica de España?
 
La primera pregunta tiene respuestas diferentes según desde qué prisma se responda. 
 
Evidentemente los residentes en el medio rural en declive demográfico ven con enorme preocupación la sostenibilidad de sus servicios elementales, y con ella la garantía de su bienestar. Los subsidios desde los ámbitos urbanos más prósperos para mantener dichos niveles de bienestar compensan en gran parte estos desequilibrios y prolongan en el tiempo la pervivencia de algunos núcleos, pero el dilema es complejo: ¿hasta qué limite de alumnos se ha de mantener abierta una escuela? ¿cuál es la población mínima para que haya un centro de salud en funcionamiento?
 
Desde el punto de vista urbano, hay una justificación al crecimiento de las grandes ciudades en términos de eficiencia económica. Geoffrey West describe muy bien en sus análisis las economías de escala que alcanzan las grandes ciudades en diversas dimensiones, la innovación es una de ellas (por ejemplo se demuestra un crecimiento superlineal del número de patentes respecto al tamaño de una ciudad). Esto tiene una explicación evidente: las interacciones creativas entre el ámbito académico y el empresarial se dan ante todo en las ciudades, el encuentro entre quienes tienen una idea de negocio y el capital que la puede financiar se produce también más a menudo en eventos y procesos que se celebran en la ciudad. A Richard Florida le han acusado de elitista por poner de manifiesto estos fenómenos y hablar incluso de una "clase creativa" eminentemente urbana, pero hasta hace poco la realidad y el éxito de las grandes ciudades -y de estas en España sólo podemos contar 2- ha sido patente.  
 
La segunda pregunta, que apunta al futuro, es mucho más incierta en tanto nos hallamos inmersos en el shock de la COVID-19 y sus efectos en todos los planos: sanitario ante todo, pero también economómico y social. Ante una crisis que puede durar aún un tiempo, ¿no pueden revertirse algunas de las tendencias de las que hemos hablado? ¿no encontrarán en pueblos y pequeñas capitales un refugio con menores costes de vida los afectados por la precariedad laboral y el desempleo? Ahora que teletrabajo se ha extendido sin que esto merme la productividad de las empresas que han podido implantarlo, ¿hasta qué punto será imprescindible volver a la presencialidad 5 días por semana una vez se hayan superado los riesgos sanitarios? Con todo ello, ¿decidirán muchos antiguos urbanitas mudarse, o esta tendencia es tan solo un efecto puntual y efímero?
 
 
 
 


 


 


 


lunes, 12 de octubre de 2020

Geopolítica y datos: nuevas brechas entre orbes culturales

Principios de los años 90 

Francis Fukuyama hablaba sobre el fin de la historia, un concepto que no era nuevo: había sido utilizado en diversos momentos previos en los que parecía que una potencia hegemónica cerraba un periodo de confrontaciones con su triunfo sobre los rivales. En aquella década la victoria del bloque occidental en la Guerra Fría hacía del binomio [democracia liberal + capitalismo] el sistema social y económico más exitoso. Algo que posteriormente describirá muy bien Yuval Noah Harari en su famosísimo Homo Sapiens: la combinación de democracia y economía de mercado parecía ser la meta a la que tenderían tarde o temprano todos los países, incluso los que aún no hubieran alcanzado esa fase estaban abocados a ello. Era tan solo cuestión de tiempo, e inevitable, que la homogeneidad llegara al tablero geopolítico. Y con la homogeneidad, el fin de los conflictos, porque ¿por qué habrían de luchar los estados nación en el momento en el que compartieran valores tan elementales? Esta alineación de valores vendría acompañada de una mayor igualdad regulatoria y económica entre países, y una gran interconexión materializada en el despliegue de cadenas de valor distribuidas entre muchas naciones -la médula de la globalización- lo que rompería la mayor barrera a la que se enfrenta el internacionalismo político (como describía en la anterior entrada de este blog).   

Por otro lado voces como la de Samuel P. Huntington no compartían una visión tan optimista del futuro, afirmando que, más que por vectores económicos o políticos, las sociedades se guiaban por elementos culturales, según los cuales diferentes cosmovisiones resultan irreconciliables, porque arrastran la inercia y el acervo de generaciones pasadas hasta el presente. La confrontación está asegurada por el conflicto entre esas distintas formas de ver el mundo, en las que las religiones y la identidad nacional juegan un papel protagonista, tal y como describió en su artículo ¿Choque de Civilizaciones? 


Las 9 civilizaciones de un mundo multipolar identificadas por Huntington

Por aquella época yo era un adolescente pegado a su PC 286 y encantado con los juegos de Will Wright: primero el Sim City, (cuyo recuerdo me impulsaría más tarde a elegir carrera y especialización), y luego el Sim Earth. En este segundo juego el reto consistía en controlar los parámetros de un planeta para que floreciera la vida y evolucionase una civilización en distintas etapas. Una de las más avanzadas (la penúltima) era la sociedad de la información. En el manual de Sim Earth fue cuando vi descrita por primera vez la importancia que los datos y la información tendrían en el futuro (hablamos de unos 3 o 4 años antes de que internet, el correo electrónico o un módem entrasen en nuestras vidas y en nuestro vocabulario). 

Año 2020

Ya es una realidad: los datos como combustible y la inteligencia artificial como motor son un elemento clave en nuestra economía, y parece que una nueva guerra fría se juega en el plano digital. Pero los bloques no son los que describía Huntington, o, al menos, la importancia relativa de cada uno de ellos es absolutamente dispar. Podemos, de hecho, identificar tres bloques principales, y reducir el resto de geografías a la irrelevancia. Quienes quedan atrás afrontan, además, el peligro de caer en un nuevo colonialismo, según comenta de nuevo Harari en el minuto 7:35 de esta conferenciaquizá de un modo un tanto alarmista, en su papel de agitador de conciencias

Esos tres bloques son:

  • China, donde es bien sabido el papel omnipresente que juega el estado en el control de la economía y de la sociedad.
  • Estados Unidos, cuna de las empresas de mayor éxito en el ámbito digital, con su explosiva combinación de excelencia académica, casino financiero abierto al riesgo y a la adrenalina, y marco regulatorio relativamente permisivo.
  • Europa, donde, contando con una buena base académica, no estamos viviendo el éxito empresarial que sí se da en los dos anteriores. Como ciudadanos tenemos, eso sí, el marco regulatorio que mejor garantiza la protección de los derechos y libertades fundamentales, véase como ejemplo paradigmático el Reglamento General de Protección de Datos.

La antagonía entre EEUU y China entra dentro de lo evidente, al fin y al cabo pugnan por la hegemonía mundial (aunque en realidad su economías son tan interdependientes que resulta improbable una ruptura total). La mayor confrontación en el plano digital y comercial se ha dado en la segunda mitad del mandato de Trump, con varias empresas digitales chinas (Tiktok, Alipay, Wechat) en el punto de mira de la administración estadounidense por el uso de datos de millones de usuarios estadounidenses.

Lo más llamativo, a mi modo de ver, es la falla abierta en la placa tectónica que Huntington consideraba monolítica en 1996, el bloque vencedor del pulso 1945-1989: esta brecha se abre hoy y separa a EEUU de sus aliados europeos, bajo, atención, argumentos muy similares a los que esgrime EEUU contra China: el registro y procesamiento de datos de ciudadanos y empresas europeos por parte de las empresas de servicios digitales estadounidenses. Datos que, en última instancia, acabarían en manos del gobierno de EEUU y de contados aliados, para llevar a cabo labores de vigilancia y seguridad (véase la evolución de la Red Echelon desplegada hace décadas, pero que contaría hoy con la potencia de toda la huella digital actual). 

Para profundizar en los detalles de este conflicto hay que conocer las consecuencias de su judicialización a través del "caso Schrems", un ciudadano -y abogado- austríaco que, como todos nosotros, conoció la existencia del proyecto PRISM por las filtraciones de Edward Snowden en 2013. Este proyecto de la National Security Agency de EEUU articulaba la colaboración de las principales empresas digitales norteamericanas con la NSA en virtud de la Patriot Act aprobada en octubre de 2001 -justo tras los atentados del 11S- para fortalecer la seguridad nacional (a cambio de reducir determinadas libertades individuales). Las labores de vigilancia digital se hicieron extensivas a ciudadanos no estadounidenses con la aprobación de la Protect America Act en 2007 y la revision de la Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA, en 2008), que en su sección 702 permite a la NSA recabar información de la actividad de ciudadanos extranjeros que operan con proveedores de servicios digitales estadounidenses. Esto hace legal ante el sistema judicial norteamericano la actividad de vigilancia gubernamental sobre ciudadanos no estadounidenses, pero éstos aún están amparados por la normativa de sus países de origen en materia de protección de datos, y por sus aparatos judiciales.

Maximiliam Schrems decidió denunciar ante la autoridad de protección de datos de Irlanda las transferencias de datos de los usuarios europeos de  Facebook a territorio estadounidense, por considerar insegura dicha transferencia -dado el flujo de datos entre empresas y NSA que se da en EEUU- ganando sendas sentencias judiciales, en 2015 y en 2020.

Por su lado, y ante el grave perjuicio económico y reputacional que para las empresas estadounidenses que operan en la Unión Europea puede darse, el Departamento de Comercio de EEUU ha publicado una guía que les ayude a proceder ante las transferencias internacionales de datos, y que arranca argumentando los siguientes puntos:

  • La mayor parte de la información que manejan las compañias de servicios digitales es irrelavante para la NSA, como lo es la actividad de la mayor parte de la población
  • Las cesiones de datos a la NSA en ningún modo son masivas e indiscriminadas, sino discrecionales, apuntando a sospechosos que supongan una amenaza fundamentada a la seguridad nacional.
  • EEUU comparte información de interés para la seguridad nacional de los estados europeos con sus autoridades

Al final se demuestran varias cosas: 

  1. La globalización está en retroceso porque una verdadera globalización no es posible sin un marco legal homogéneo. Esto se ha visto en el pasado en el plano laboral y en el medioambiental, y se ve ahora en el plano digital. 
  2. Sigo convencido de que el internacionalismo y los acuerdos multilaterales son la respuesta a los retos globales, que no conocen fronteras, pero no veo avances o convergencia en esa dirección, más bien al contrario en el caso de actores imprescindibles como EEUU (abiertamente), o China (manifestando una cosa y practicando la contraria).
  3. Es más que probable que las empresas multinacionales se vayan a ver obligadas a compartimentar la prestación de sus servicios por geografías. Puede haber desarrollos globales y un diseño de servicios bajo estándares comunes en todos los países en los que operen, pero el despliegue de soluciones deberá ser local (operando en servidores localizados en la geografía de los usuarios) para no depender de transferencias internacionales de datos. Una alternativa a ello es pasar a operar con datos no personales (disociados irreversiblemente, o agregados). Cualquiera de estas fórmulas es perjudicial para dichas corporaciones: en la primera se pueden perder economías de escala, con la segunda pueden no ser factibles muchos propósitos de negocio.