Como he superado los 35 y por tanto oficialmente ya no soy joven, puedo permitirme historias propias de abuelo cebolleta.
Al empezar a
trabajar allá por 2002 me llamaban mucho la atención los planes y proyectos
urbanísticos de épocas previas, a los que empecé a tener acceso. Era increíble ver -ya en
los tiempos del PC y el plotter- planos monocromos de acetato y tablas llenas
de cifras escritas a máquina. Recuerdo en concreto un plan parcial + proyecto
de urbanización de los años 70 en un pueblo próximo a la A-1 (al norte de
Madrid), que comenzaba su memoria justificando
la necesidad de dicha obra, en base a un anexo demográfico en el que se
fundamentaba la demanda de nuevas viviendas en el municipio debido a la
tendencia cuantificada/medida de
crecimiento poblacional de los 15 años previos al proyecto. Extrapolaban dicha
tendencia a los siguientes 10 años, y se cifraba la necesidad de nuevas
viviendas en X. La citada ampliación puntual del pueblo cubriría menos de un
50% de dicha demanda, de lo que se deducía que la futura edificación, venta y
ocupación de las viviendas del nuevo ámbito estaba más o menos garantizada (atención, sí, he dicho ocupación: el éxito de un planificador radica en que los nuevos barrios sean habitados, no en legar a la SAREB miles de viviendas vacías). De
hecho cuando 30 años después el proyecto cayó en mis manos las parcelas se
habían ocupado en su totalidad, las previsiones poblacionales se habían cumplido, y lo que había entonces era un
riesgo en el suministro de agua potable, al haber descendido el nivel freático
en la zona (la urbanización se abastecía de aguas subterráneas), pero esto ya
no viene al caso.
Aquel no era un estudio justificativo muy sofisticado, ni muy exacto, pero al menos "era" un estudio justificativo... no volví a ver uno nunca más entre todos los proyectos posteriores que redactamos en la década de borrachera inmobiliaria, multiplicando por dos o por tres la capacidad de alojamiento de tantos municipios. Un contra ejemplo a aquel plan de los 70 podría ser otro que redactamos en 2008 por encargo de un inversor norteamericano: 2.200 viviendas (unos 7.000 nuevos residentes) para un municipio de 928 habitantes, por supuesto con un campo de golf que se preveía regar tratando las aguas residuales generadas en la nueva urbanización, (y sin plan de contingencia por si el número de usuarios de lavabos e inodoros no era el esperado). El argumento empleado para defender la futura ocupación del ámbito era que estaba ubicado en una de las salidas de la AP-41, a 25 minutos del centro de Madrid. Hoy esta autopista es el paradigma de obra mal concebida: transporta tan sólo a 1.800 vehículos de media al día como suma de ambos sentidos.
Un título para todos estos hechos podría ser "cuando la labor de planificación no hace honor a su nombre".
Aquel no era un estudio justificativo muy sofisticado, ni muy exacto, pero al menos "era" un estudio justificativo... no volví a ver uno nunca más entre todos los proyectos posteriores que redactamos en la década de borrachera inmobiliaria, multiplicando por dos o por tres la capacidad de alojamiento de tantos municipios. Un contra ejemplo a aquel plan de los 70 podría ser otro que redactamos en 2008 por encargo de un inversor norteamericano: 2.200 viviendas (unos 7.000 nuevos residentes) para un municipio de 928 habitantes, por supuesto con un campo de golf que se preveía regar tratando las aguas residuales generadas en la nueva urbanización, (y sin plan de contingencia por si el número de usuarios de lavabos e inodoros no era el esperado). El argumento empleado para defender la futura ocupación del ámbito era que estaba ubicado en una de las salidas de la AP-41, a 25 minutos del centro de Madrid. Hoy esta autopista es el paradigma de obra mal concebida: transporta tan sólo a 1.800 vehículos de media al día como suma de ambos sentidos.
Un título para todos estos hechos podría ser "cuando la labor de planificación no hace honor a su nombre".
Si se hubieran
seguido unas mínimas reglas de sentido común en la década 1998-2008 quizá
jamás hubiéramos llegado a construir un millón de viviendas al año al calor del
flujo de dinero barato que llegaba del norte de Europa, y quizá ahora no
estaríamos tan maniatados por la deuda adquirida. Digo yo... con cierto sentido de responsabilidad y culpa compartida, pues nuestro colectivo fue partícipe del fenómeno.