domingo, 11 de febrero de 2018

Ciudades reactivas, (parte I)

Lo que produce la grandeza del hombre son las humanidades: la literatura, el arte, la música... pero lo que ofrece respuestas a la necesidad de saber son las ciencias, y lo que garantiza nuestra prosperidad y bienestar son las tecnologías.



Cuando en España nos dimos cuenta de lo segundo y lo tercero -diría que en la crisis de 1898, tras ser derrotados por un país industrial- la ciencia y la técnica empezaron a cobrar cierto prestigio en este país de letrados. Sin embargo nuestro regeneracionismo -mucho más somero que el de la Era Meiji- se quedó a menudo en las palabras, en las formas, en una mera aspiración. Así, llamamos a la carrera de periodismo "ciencias de la información", la historia y la sociología son "ciencias sociales" o "ciencias políticas", nos referimos a la contabilidad como "ingeniería financiera", y para sectores cuyos servicios son intangibles usamos términos como "industria del turismo", "industria del cine", y a sus resultados inmateriales los denominamos "productos". Todo metáforas. Se trata de crear un marco conceptual, de recubrir con una pátina de renombre científico a estas disciplinas, que, efectivamente, se basan en el análisis y gestión de elementos complejos, pero que sin embargo distan mucho de aplicar el método científico y las matemáticas avanzadas. En mi opinión, es un ejercicio impostado que, de paso, anula en ellas todo lo que tienen de noble; queriendo ser ciencias niegan su esencia. En paralelo (y en contradicción con lo anterior), no hemos desterrado del todo esa hidalguía platónica que hizo que perdiéramos la revolución industrial por desprecio del trabajo manual en general, y de la artesanía y del comercio en particular. Según con quien hables, se sigue detectando todavía cierto desdén hacia lo técnico y lo empirico.

En estas me encontraba hace tiempo charlando con una compañera de trabajo sobre si la arquitectura era una técnica o un arte. Ella, arquitecta, defendía lo segundo, mientras que yo, ingeniero, defendía lo primero, argumentando que los proyectos de arquitectura constituyen "manuales de instrucciones" para la correcta construcción de un elemento técnico y físico. Los conforman planos, memoria descriptiva, anexos de cálculo de estructuras e instalaciones, pliegos de condiciones, y presupuesto. que, puestos en manos de una empresa constructora, terminan materializándose. Ella sin embargo apuntaba al proceso creativo para defender que la idea inicial de un proyecto de arquitectura surge sobre la base de la inspiración, y por tanto la arquitectura es un arte, no una técnica. Diez años después de aquella conversación, le tengo que dar la razón... y lo hago tras contraponer ese proceso basado en la inspiración al método experimental, del que la arquitectura actual está muy alejada, por desgracia. 

¿Qué caracteriza al método científico? el empirismo, y el empirismo llevado al diseño es iterativo y se basa en la constante revisión de un elemento a partir de la observación del uso que la gente hace de él, y del contexto en el que se inscribe. Esto, lógicamente, es mucho más factible cuando el elemento es inmaterial (ej. aplicaciones informáticas) que cuando es material (un edificio, un desarrollo urbano). 

Esquema simplificado que resume el método científico, por Xavier Amatriain
En arquitectura y urbanismo son muy pocos los arquitectos e ingenieros que revisitan su obra a posteriori para analizar cómo está funcionando, cómo están siendo utilizados por sus usuarios, por lo que el aprendizaje a partir de los errores (fuente fundamental de conocimiento) solo se da por la lenta y excepcional vía judicial... Esto es una verdadera lástima y nos cuesta a todos, como sociedad, el tener que convivir años con obras que no se adaptan a la gente (y no solo por "autismo" de los proyectistas, sino en gran medida porque los usuarios de sus obras no dejaban hasta ahora una huella digital que pudiera ser analizada).

¿Qué haría falta para corregir esto? toma de datos, capacidad de análisis y flexibilidad en los elementos diseñados para adaptarse si algo no ha salido bien. Históricamente han sido estudios  como el de Jan Gehl los que ha aplicado el método de diagnóstico basado en la observación y medida. En los últimos tiempos empiezan a ser conocidos nuevos estudios que emplean esta metodología científica -ahora digitalizada- para llegar a sus resultados, es el caso de WeWork y de Space Syntax.

Análisis de uso que los peatones hacen del espacio público según la metodología Space Syntax

Por otro lado son sonados los proyectos de grandes multinacionales -pesos pesados de la industria y de la tecnología con sólida experiencia en escuchar e interpretar la voz y los deseos de sus usuarios- que se han embarcado en desarrollos urbanos. Pero ¿qué hay detrás de ello? ¿de verdad va a cambiar la forma de hacer ciudad, de diseñar edificios y espacios públicos? Vale la pena revisar dos ejemplos; por cierto, en ambos el vehículo privado estará desterrado:
  • Ikea con un proyecto anunciado en Londres hacia 2011-2012, del que, sin embargo, no se ha vuelto a saber mucho.
  • Alphabet (Google), con una intervención de remodelación de un antiguo espacio industrial en Toronto, que ha sido fuertemente criticada por el sector tradicional.
Personalmente me parece que estos experimentos, aunque puntualmente fracasasen, pueden tener el "efecto Elon Musk" que este físico ha provocado en el sector automovilistico con su marca Tesla: ha sobreendeudado su empresa e incumple hitos de entrega, pero ha introducido la presión de la competencia y ha conseguido que los actores tradicionales del sector los tomen como ejemplo. Si por el contrario estos desarrollos triunfan, aún con más motivo el sector evolucionará por reacción hacia un tipo de urbanismo menos ciego, más basado en el análisis de los datos sobre el uso real que hace la gente de los soportes físicos a los que dan forma los expertos en planificación y diseño urbano y arquitectónico, hasta ahora desde su torre de marfil.


Edición: con posterioridad he escrito una segunda parte de esta entrada.