martes, 13 de marzo de 2012

El futuro que no acaba de convertirse en presente: la rehabilitación energética.


Artículos y entrevistas como la realizada a J. J. López del Corral ponen de manifiesto que, a raíz del shock que ha supuesto la crisis en el sector de la construcción (contracción de la demanda en un 90%), y por ende también en el de la consultoría vinculada al urbanismo y la edificación, los implicados en este campo vuelven de nuevo la mirada a la rehabilitación. ¿Harán las administraciones y la sociedad otro tanto?

Cabe además preguntarse, ¿es sincera esta preocupación, responde a un problema real, o se trata tan sólo de abrir un nuevo nicho de mercado ante la certeza de que en este país no se van a vender apenas viviendas nuevas en tanto exista un stock que tardará años en drenarse?. Esta duda me la planteo porque llevamos demasiado tiempo hablando de un asunto que no acaba de materializarse en intervenciones notables. Ciertamente la cuestión no es muy novedosa: emana de la estrategia europea contra el cambio climático 20/20/20, y ya la ley de economía sostenible y el efimero Ministerio de Vivienda se marcaron entre sus objetivos lograr cuantiosos ahorros energéticos en base a intervenciones de rehabilitación sobre el parque edificado existente. Pero ambos instrumentos incumplieron sus objetivos por una razón muy simple: carecían de sustento presupuestario, o, lo que en política es lo mismo, no estaban respaldados por una verdadera voluntad ejecutiva.

El problema es real: 
  • La edificación residencial es responsable del 16% del consumo final de energía. Para los usuarios el coste de la ineficiencia tiene dos medidas: la energética (MJ), que es superior en invierno, y la monetaria (M€), que es superior en verano, puesto que la calefacción se basa principalemente en gas natural/fuel oil, mientras que la refrigeración es eléctrica y por tanto más cara. Los escenarios futuros de costes energéticos harán aún más rentable la inversión en mejoras de la eficiencia. La reducción en el consumo energético de nuestras ciudades vendrá de la mano de la implantación de medidas pasivas en la edificación (p. ej. aislamientos), y medidas activas (ante todo domóticas), a lo que ha de sumarse la mejora de la gestión de los servicios urbanos ("civiótica") sobre las que trataba en una entrada anterior.

(Cifras en kTep; Fuente: IDAE)
  • El margen de mejora (ahorros posibles respecto a la situación actual) se estima entre el 15% y el 50%. El objetivo global de la UE para dentro de 8 años es de un 20%.
  • Tenemos un extensísimo patrimonio de ínfima eficiencia energética, construído a toda prisa para acoger la avalancha de inmigración del medio rural a la ciudad de los años 1950 a 1980, bajo los criterios técnicos de las Normas Tecnológicas de la Edificación (propios de un país en vías de desarrollo, como éramos, en un contexto de energía barata que hemos abandonado ya definitivamente). En todas las ciudades podemos identificar fácilmente zonas de intervención como las propuestas en la citada entrevista: ... para lograr los mejores resultados nos deberíamos centrar en las áreas que acogen el patrimonio inmobiliario de peor calidad.
  • En el diagnóstico debemos distinguir entre A) zonas de alta densidad/congestionadas, donde deberían aplicarse estrategias de rehabilitación y de esponjamiento, y B) zonas de baja densidad, donde debería acometerse una densificación, precedida en muchos casos de la demolición de la edificación existente (sé que esta última propuesta puede ser polémica entre los gurús del urbanismo). Aunque desafortunadamente son pocos los ejemplos que encontramos en la línea de la segunda alternativa, sí cabe citar dos destacables: la intervención en el Paseo de la Dirección, y próximo a éste, el del entorno de la Comisaría General de Seguridad Ciudadana, ambos en Madrid.
Las ventajas y oportunidades:

Como decía, y tomando como ejemplo a Madrid, extensas zonas con baja densidad son Carabanchel, Latina, San Blas y Vallecas, que han quedado envueltas por la ciudad: su posición ha pasado a ser céntrica en comparación con la de los nuevos desarrollos, y están dotadas de excelentes comunicaciones: metro, accesos a M-30, etc.

Supone un gran contrasentido la coexistencia por un lado de estas grandes bolsas de suelo urbano consolidado que acogen un parque edificado muy deteriorado, con grandes ámbitos urbanizados y no edificados por otro (parcelas finalistas que no se desarrollan... no hay más que sobrevolar el país para apreciarlo a simple vista), y con promociones finalizadas en pueblos de la periferia que no se venden, y probablemente no se ocuparán jamás. Esto se da porque, dentro de la buena lógica, la gente prefiere vivir en el centro, cerca de la mayoría de los puestos de trabajo, por el ahorro de tiempo en desplazamientos que esto supone, pero también por la riqueza de este tipo de urbanismo: diversidad de usos y comercio en planta baja, lo que hace que acojan una mayor "vida urbana". Es un hecho que la vivienda dentro de la ciudad consolidada esta más demandada que los nuevos desarrollos (monocultivos residenciales en los que sin coche no llegas a ningún lugar). 

A las zonas consolidadas, que cuentan generalmente con unos satisfactorios servicios urbanos y de transporte público, les perjudica la bajísima calidad de la edificación, y la carencia de equipamientos y de plazas de aparcamiento. Las dos formas de intervención apuntadas resolverían estos problemas.

Por otro lado a los nuevos ámbitos desiertos les penaliza una ubicación periférica y un excesivo precio (irreal) del suelo y de la edificación, cuyos propietarios (ante todo bancos), se resisten a bajar. En mi opinión la solución a las urbanizaciones acabadas y "vacías" pasa por la vivienda social, renunciando los promotores (y ayuntamientos) a las expectativas de plusvalías que corresponden a unos tiempos de burbuja inmobiliaria que no volverán. Sería necesario también romper la monotonía de estos ámbitos mediante la diversificación de usos (difícil dada la baja densidad, que hace poco atractiva la implantación del terciario comercial). No me extiendo más, porque no era de esto de lo que quería tratar en la entrada. Ordenemos ideas:

Los inconvenientes y retos de la rehabilitación:
  • Financiación: las intervenciones en rehabilitación precisan una labor de concienciación de los propietarios (concienciación que podría acabar llegando a través del bolsillo si el barril de petróleo alcanzase los 200$). Uno se compra un coche y sabe que tiene una vida de unos 10 años, durante los cuales además se preocupa de mantenerlo. Con la vivienda no ocurre así: pensamos que un piso es "para siempre", y esta creencia subjetiva se reflejaba en que hasta hace 4 años el ladrillo siempre se revalorizaba (independientemente de su estado de conservación). No obstante las ayudas públicas deberían también colaborar con un empujoncito. Al igual que se estimula con subvenciones directas e indirectas al sector del automóvil (estratégico para España, en cuanto tercer fabricante europeo), debe recordarse que en el país desarrollado con mayor tasa de desempleo dos de cada cinco parados provienen del sector de la construcción, por lo que las posibles ayudas a la rehabilitación deberían formar parte crucial de un programa keynesiano que tarde o temprano ha de llegar (con permiso de Alemania).
  • La escala: las intervenciones deberían acometerse en bloque, para ganar las ventajas asociadas a las economías de escala, lo que requiere además una gran capacidad de coordinación entre los actores (propietarios, promootres y administración): lo ideal sería que una comunidad de propietarios acordase ceder su inmueble a una gran constructora, para "meterle mano" como la gran unidad que es (atención: ¡mejoras estéticas a la vista!). De nuevo dos posibilidades: si no hay incremento de edificabilidad, los costes deberán ser a cuenta de los ahorros energéticos previstos (fórmula ya articulada a través de las ESCOs); por otro lado, si hay nuevos aprovechamientos por demolicion+densificación/aumento de alturas la operación es más fácil aún desde el punto de vista económico, y se ganan nuevas ventajas como la implantación de garajes en sótano en barrios que carecen absolutamente de ellos en la actualidad.
  • Dificultades burocráticas/administrativas: seguramente son precisas reformas en el marco legal general (con la dificultad de que las competencias en urbanismo se hallan descentralizadas), y la adecuación/revisión de los planes generales de ordenación vigentes.
En la agilidad en articular los cambios necesarios por parte de la administración se verá si el gobierno se toma en serio este reto, o si, por el contrario, lo sigue viendo como un problema secundario.



jueves, 1 de marzo de 2012

Metabolismo urbano

Las ciudades son organismos sociales. Respiran aire puro y exhalan aire viciado. Beben, devoran y expulsan detritos. Necesitan energía para latir, para brillar por la noche.











Echando una mirada al pasado encontramos historias de ciudades sitiadas, acosadas como un oso en una cacería: Madrid 1936-39, Leningrado 1941-44, Stalingrado: 1942-43... sufrieron, pero lograron sobrevivir en el semiaislamiento. Otras fueron abandonadas a su suerte, y perecieron: Volubilis, Augustobriga, Baelo Claudia, Angkor, Harappa o Mohenjo-Daro ...inquieta pensar en los últimos días de sus habitantes. 

Los termiteros humanos actuales han multiplicado su complejidad respecto a los de la antigüedad, y precisamente por eso han ganado también fragilidad. Necesitan unos insumos que cada vez cuesta más esfuerzo obtener: energía, agua, materiales... y crece su dependencia de lugares cada vez más lejanos, porque el medio rural inmediato suele ser insuficiente para generar los suministros necesarios. El pan que comeremos los madrileños el año que viene probablemente se haga con trigo ucraniano, debido a la presente sequía; nuestras herramientas de trabajo y nuestros bienes de consumo habrán viajado miles de kilómetros desde China o Corea, igual que viajarán hasta su destino los productos creados por nuestra (débil) industria.
Las ciudades son los nodos extremos de la tupida malla de transporte y logística que hemos configurado, y al mismo tiempo los nodos centrales del proceso más genérico que lleva a cabo nuestro sistema socieconomico-vital.


Pero la ciudad es también el principio definitorio de civilización. En ella todo ocurre y todo surge: los descubrimientos científicos y técnicos, el arte, la creación… todos los procesos que se basan en las complejas redes de relaciones en permanente comunicación y enriquecimiento mutuo como son las universidades, los foros de debate, sedes de congresos, etc. La gran ciudad es, en su aspecto más positivo, el medio de cultivo de la élite pensadora de toda sociedad, y sin embargo también representa al mismo tiempo un agujero negro que engulle a la población joven de las provincias y el medio rural de su entorno, donde la subsistencia tenía lugar en un mayor equilibrio con el medio. Esta es la faceta negativa. Así, la ciudad se constituye como una fuente que mana ideas, un lugar de oportunidades, pero también como aglomeración de masas que han de ser alimentadas de manera asistida. 
Mirando hacia el futuro podemos ver en qué medida las ciudades crecerán, ante todo -y esto es crucial- en el mundo en desarrollo. En los lugares más desfavorecidos el mayor reto seguirá siendo mantener un nivel mínimo de servicio en los suministros básicos y en la gestión de los deshechos (recordemos los objetivos del milenio incumplidos, y esos mil millones de personas aún sin acceso a agua potable, o los 2.000 millones que no hacen uso de redes de saneamiento, por ejemplo).

Suburbios de México DF
  
Si hoy uno de cada dos habitantes de los 7.000 millones que somos vive en una ciudad, en 2050 se prevé que lo hagan el 70% de los 9.200 millones que poblarán la Tierra. Esto supone pasar de 3.500 a 6.400 millones de "urbanitas", en las próximas décadas presenciaremos por tanto cómo prácticamente se duplica la población urbana actual. Para asumir este crecimiento demográfico -el estallido de la "bomba P"- las ciudades actuales tendrán que expandirse por sus cuatro costados, pero también en vertical. 

 
Además, deberán hacerse (más) inteligentes, para ganar eficiencia, para "lograr más con menos"; el concepto de "smart city" está en boga (quizá siguiendo cierto snobismo). Bajo esta piel se engloban conceptos de diseño y gestión mucho más próximos a la ingeniería que al urbanismo tal y como se ha venido entendiendo hasta hoy: generación eléctrica distribuida, gestión telemática del tráfico, eficiencia en el transporte público, en la distribución de mercancías, y en la recogida y tratamiento de RSU, control meteorológico automatizado del riego y del alumbrado, etc. Se trata sencillamente de cubrir el desfase entre lo que se hace y lo que podría hacerse en el diseño y gestión de las infraestructuras urbanas. Este mismo desfase lo encontramos en el campo de la edificación: las aplicaciones domóticas que deberían permitirnos, por ejemplo, encender la calefacción mediante un SMS dos horas antes de llegar de viaje, son sencillísimas, y sin embargo aún están muy poco extendidas.

En cualquier caso, ¿quién va a asumir el coste que supone superar este retraso?, ¿consideran ciudadanos y gobernantes que vale la pena pagar la batería de inversiones propuestas de cara a mejorar la eficiencia y la comodidad de uso de los servicios urbanos?. Parece utópico confiar mucho en ello, vistas las reacciones ante las subidas en las tarífas de dichos servicios: la relación entre gestores y usuarios parece ante todo de confrontación (y no solo por culpa de los usuarios, véase la reciente polemica de las lecturas estimadas bimestrales de contadores). Al hilo de este ejemplo, como abonado yo sí apostaría por un contador que se comunicase automáticamente cada hora con la compañía de agua/gas/electricidad (smart metering), y que me facilitase la curva de gasto de mi hogar, confiando en que esta información me ayude a poder realizar una mejor gestión, y por tanto un ahorro económico por aumento de la eficiencia (mediante automatismos, termostatos, etc.) en base a la que recuperar la inversión. Eso sí, el control y la monitroizacion no sirven de nada si la avalancha de datos no se procesa y/o no genera una reacción. Es absurdo medir la contaminación atmosférica o acústica si no se responde ante los problemas que se detecten. En cualquier caso probablemente el escenario futuro, de escasez energética, no nos va a dejar elegir: la eficiencia pasará de ser optativa a ser obligatoria, y con ella el conjunto de medidas que transforman una ciudad actual en una "ciudad inteligente".

En último lugar me gustaría apuntar una observación, dirigida a los amantes de las escenas futuristas tipo Minority Report: hemos señalado ya que los mayores crecimientos urbanos se darán en los países subdesarrollados, la prioridad allí seguirá siendo ordenar la expansión para que no se sobrepase la capacidad de reacción y de acogida.

¿Lagos, Nairobi, Manila o Yakarta ..."smart cities"?

En estas ciudades, antes de pensar en elementos ultrasofisticados, habrá que conseguir las metas mínimas de salubridad basándonos en la ingeniería urbana clásica, como paso previo indispensable.