EL HECHO DE PARTIDA:
Eminentes urbanistas manifiestan suspicacias frente al concepto de nueva ciudad inteligente, sin entrar a discutir individualmente cuáles de las medidas concretas que lo conforman son cuestionables desde su punto de vista, sino rechazando el concepto Smart City de pleno y en conjunto.
En realidad una réplica a este rechazo debería descender a pormenorizar la batería de propuestas que analizan las diversas facetas del metabolismo urbano, y que yo estructuro según 4 grandes campos: movilidad (pasajeros y logística de mercancías y de RSU), ciclo del agua, ciclo de la energía, y flujo de capitales/consumo, pero al no haber llegado el debate a esta concreción, me quedaré yo también en el nivel más generalista.
LOS ANTECEDENTES:
Se justifica el resquemor de estos grandes expertos del urbanismo tradicional como reacción al discurso de ciertas empresas, como CISCO, SIEMENS o IBM, en el que dejan (demasiado) patente su sesgo comercial... al fin y al cabo su objetivo es ofrecer/vender sus productos/servicios en el campo de la gestión urbana. Sin embargo esto no debería parecernos en sí negativo, en tanto se refleje en mejoras patentes para los ciudadanos, y para el conjunto de la sociedad.
UNA NOVEDAD INJUSTAMENTE MAL RECIBIDA:
Sin llegar al extremo de los antimaquinistas que arengaban a destruír los recientes telares en la Inglaterra de principios del s XIX, la reacción en algunos casos es verdaderamente virulenta. Un ejemplo de esto es el artículo "Smart Cities, los inventos del TBO", del catedrático José Fariña, caricaturizando una ciudad en la que el protagonismo pasa del ciudadano a los sensores electrónicos (...¿y del arquitecto al ingeniero en el ámbito del diseño y la planificación?).
¿Resultaría verosímil que la aparición de los semáforos, de los programadores de riego, o de los cuadros de mando para alumbrado dotados de fotómetro y reloj astronómico hubieran despertado rechazo en su día?. No he detectado tampoco una reacción contraria a las medidas de domótoca destinadas al ahorro energético en edificación, a las mejoras en los automóviles basadas en sensores electrónicos, o a la informatización de los órganos administrativos del Estado, las ventajas en estos casos son justamente reconocidas.
A mí, que me encanta el debate, me gustaría poder atraer hacia el positivismo quienes se manifiestan más escépticos; para ello he de llegar a comprender su línea argumental, a desgranar sus reservas y prejuicios, y a desmontar los errores en que pudieran incurrir.
UNA MALA ANALOGÍA:
Las reticencias recogidas en el citado artículo se apoyan en la paradoja de Jevons, según la cual el incremento de eficiencia en el uso de un determinado recurso puede venir acompañado de un notable aumento de su demanda y consumo global (o incluso desencadenar dicha escalada).
En el ejemplo del automóvil, desde el momento en que éste deja de ser exclusivo de las clases más pudientes y se hace extensivo a la clase media a partir de los años 50-60, a pesar de que individualmente cada modelo consumiera la mitad que sus predecesores, al aumentar exponencialmente el numero de ellos, el consumo global de combustible también se multiplicó.
Sencillamente, la paradoja de Jevons no es aplicable al campo del urbanismo, en tanto se refiere a bienes de consumo en fase de implantación/expansión (evolución creciente desde un consumo nulo hasta un consumo X). El metabolismo urbano YA está funcionando (el "homo consumidor" ya existe- cuestión aparte es el problema demográfico- no es por tanto comparable a un "producto" que pasa de tener un impacto 0 a 100 en su etapa de implantación, como lo fueron el automóvil o la locomotora en su día). Así, toda nueva medida que surja y que logre reducir los insumos que YA se están produciendo ha de ser bienvenida... no puede existir paralelismo entre el aumento del consumo de petróleo/carbón en el pasado desencadenado por la mayor asequibilidad del transporte, con el de los consumos energéticos/hídricos de las ciudades ya existentes, o de los nuevos desarrollos donde, en cualquier caso, el ciudadano asimilado pasa a precisar unos insumos menores que en la vida en el medio rural (recordemos de nuevo las bondades en este sentido de la ciudad compacta, según el modelo mediterráneo).
LA CIUDAD ES DE LOS CIUDADANOS... Y LO SEGUIRÁ SIENDO:
Por último, lograr mejoras en la gestión apoyándonos en las TIC no es en absoluto incompatible con que la ciudad sea "de/para los ciudadanos", es más, las nuevas tecnologías favorecen los procesos de "abajo a arriba", y pueden lograr que las propuestas de los usuarios lleguen a ser escuchadas, y que su influencia y participación se vean favorecidas. El rechazo a las posibilidades que nos ofrece la tecnología, como si se tratara de despertar al SKYNET de la saga de J. Cameron, o los reparos a la pérdida de privacidad, son en mi opinión infundados, dado el vigente y protector marco legal.
EL QUID: PASAR DE LOS DATOS A LA INFORMACIÓN... Y DEL CONOCIMIENTO A LA ACCIÓN:
El verdadero problema radica, como suele ocurrir, en la limitada capacidad "humana" de "digestión" de los datos monitorizados, la respuesta al ¿qué hacer con ellos?, ¿se dispone de capacidad de gestion y de gobierno?.
Tenemos los medios técnicos, ¿pero existen la voluntad política y la capacidad para tomar decisiones que mejoren la ciudad, y hagan más fácil la vida de los habitantes de nuestras "smart cities"?. Afortunadamente cada vez podemos encontrar más equipos de gobierno que apuestan fírmemente por ello, como en Santander o Málaga.
Es fundamental recordar que de nada sirve tener "n" sensores de contaminacion si los datos, una vez interpretados y transformados en información, no llevan a una toma de decisiones inteligentes que hagan cumplir los objetivos de reducción de la polución, del mismo modo que no sirve de nada invertir 70 millones de euros en un túnel urbano si posteriormente se permite que su embocadura sea un perpetuo atasco debido al estacionamiento en una doble fila permanente... a la vista de las correspondientes webcam. Son dos ejemplos de cómo en demasiadas ocasiones los problemas de nuestras ciudades no se deben a una falta de información, o a su extremo contrario: el exceso de monitorización que tanto temen los detractores de las Smart Cities, sino de cómo tratamos los datos recabados, y de si los gestores sacan conclusiones y actúan en consecuencia.
Al fin y al cabo, éste es el factor común de tantos problemas... ¿acaso los objetivos del milenio (erradicacion del hambre, educación universal, acceso al agua potable) no responden a problemas no técnicos, sino políticos/de gestion?
La tecnología es una herramienta imprescindible -complementaria y no sustitutiva del factor humano- con enorme potencial de cara a mejorar la sociedad, empleémosla sacando todo el provecho que nos pueda dar, sin prejuicios.