Por desgracia es bastante frecuente viajar y tener la sensación de haber estado ya en un lugar: de una ciudad a otra se repite la típica calle peatonal que aglutina a las mismas 10-15 marcas universales: moda (emporios de Inditex y H&M), cafeterías (Starbucks, Dunkin' Donut) y fast food (las hamburgueserías conocidas por todos).
La homogenieidad se extiende desde la calle Larios de Málaga hasta Kaufingerstrasse de Múnich, pasando por Portal del l'Àngel en Barcelona, o aquella Váci Utca de Budapest... como si una apisonadora las hubiera recorrido para igualarlas. La diversidad y los endemismos pierden, desaparecen.
En estos meses se debate sobre la libertad de horarios en Barcelona y Madrid, y no tengo una opinión conformada. Por un lado me aburre y me apena la globalización comercial (y si se abre la veda de horarios ya sabemos quiénes serán los perdedores y quiénes los supervivientes). Por otro me pongo en el papel de consumidor -en definitiva son ellos quienes han erigido a esos comercios como "vencedores", algún tipo de conveniencia o seguridad ofrecen- y además recuerdo que el horario en el que puedo hacer compras es algo limitado. Pienso también lo triste que me parecía durante los fines de semana de invierno la ciudad de mi infancia, Teruel: calles vacías sin actividad, debido en parte a que el comercio permanecía cerrado hasta el lunes.
Cierro con un aplauso para los negocios familiares que logran sobrevivir a estos tiempos que corren (en Madrid me fascina por ejemplo la buena salud de "productos quimicos Manuel Riesgo" o el mitico Pontejos), y otro por las nuevas tiendas que optan por respetar la configuración del comercio al que han sustituído, manteniendo su memoria, como por ejemplo hace Óptica Toscana en la c/Hortaleza).
Esta fotografía está tomada del blog de David Pallol, el resto las hice con el teléfono, y como se ve están hasta borrosas |
¿Banderas y medallas?... sin duda un de las tiendas más marcianas que me he encontrado |