Estuve en Atapuerca con un viaje de profesores de la UCM entre los que estaba mi padre en 2001, en aquella ocasión nos guió por el yacimiento Juan Luis Arsuaga, todo un lujo. Quince años después he vuelto, esta vez con compañeros de trabajo, y la visita me ha gustado tanto o más como la primera vez.
Uno sostiene un iphone en la mano, y
-aunque solo le dure la batería hasta las 7 de la tarde- no puede dejar de
maravillarse de cómo un mono desnudo, que nace prematuro para
poder pasar por una pelvis más estrecha de lo que correspondería, sin garras,
ni colmillos, acechado por las fieras, las enfermedades y el frio, ha
sobrevivido y ha podido llegar al punto en el que estamos: sondeando el
universo por un lado y explorando la escala cuántica por otro en busca de
explicaciones. La ingeniería romana, la arquitectura gótica, el Réquiem de
Mózart, la tabla periódica, las ecuaciones de Maxwell, la electrónica: Deep
Blue, Watson y AlphaGo... no está nada mal para un primate africano... y todo
movido por la curiosidad y la creatividad.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
somos polvo de viejas estrellas reordenado, materia
capaz de comprenderse a sí misma. El primer impulso para tratar de justificar
un resultado tan complejo fue mediante narraciones
sobrenaturales. Sin embargo la explicación científica apunta a un proceso
iterativo 1)de constante divergencia espontánea por mutaciones aleatorias que
tienden a crear diversidad genética, y 2)de selección mediante criba de las
pruebas "fallidas" dentro de esa diversidad... este ha sido el viaje
de 3.800 millones de años desde las células procariotas hasta un tipo capaz de
diseñar un iphone.
Otras teorías -como el Lamarckismo- defendían la
adaptación individual al entorno (estas capacidades adaptativas se basaban en
una "voluntad/intención o esfuerzo de cambio" que se transmitiría de
padres a hijos), pero la evolución no parece guiarse así. No influimos ni sobre
el genotipo (@Santiago ;-) ni sobre el fenotipo que les transmitimos a nuestros
hijos (auque ojo, este debate se ha vuelto a abrir con la epigenética). En
principio la cuestión es dicotómica: los individuos o sobrevivimos y nos
reproducimos, o morimos sin descendencia. Y nuestra variabilidad es aleatoria:
en un clan de Homo ergaster nacerían tantos individuos con capacidad craneal
inferior a la media como individuos con capacidad superior, una distribución
normal, vaya. Lo que sucedió es que los segundos les quitaron las habichuelas a
los primeros (o directamente los canibalizaron), y en todo caso se reprodujeron
con más éxito. El resultado final es que el conjunto de la población evolucionó
hacia el fabricante de iphones. En el medio, una historia de divergencia
evolutiva por adaptación al contexto local, y de competición por los recursos
cuando dos razas/especies distintas coinciden en un mismo territorio.
En definitiva: los individuos se
seleccionan (no evolucionan, su carga genética es la que es a lo largo de toda
su efímera existencia, y el código genético que transmitimos a nuestra
descendencia está claro desde el momento de nuestra misma concepción), son las
especies las que evolucionan por el mayor éxito de los individuos mejor
adaptados, lo que se traduce en una progresiva diferenciación genética del
grupo a lo largo del tiempo (por especiación, o por deriva genética).
Hay quien monta toda una teoría económica feroz sobre las bondades del proceso de
selección natural en el ámbito social y empresarial, no me adentraré mucho en
ese jardín ideológico,
personalmente pienso que lo que nos hace humanos es precisamente la protección
del desfavorecido, algo que también nos contó Raquel con un par de
ejemplos.
Para cerrar, una conclusión sobre lo que me ha resultado más llamativo de esta visita: la paleontología humana
es una ciencia basada en muy pocos datos, la escasez del registro fósil hace
obligatorio hacer una serie de interpolaciones muy aventuradas. Cuando se compara
la diversidad morfológica de dos fósiles contemporáneos hasta ahora resulta practicamente imposible validar si eran miembros dispares de una misma especie, o si pertenecían a especies
distintas. Cuando se comparan fósiles alejados 200.000 años en el tiempo no se sabe
si el cambio apreciado se produjo de forma escalonada o
lineal. Hay muchas conjeturas, y esto da lugar a grandes disputas entre
expertos. El análisis genético va a arrojar mucha luz sobre todo esto en los
próximos años.