lunes, 12 de octubre de 2020

Geopolítica y datos: nuevas brechas entre orbes culturales

Principios de los años 90 

Francis Fukuyama hablaba sobre el fin de la historia, un concepto que no era nuevo: había sido utilizado en diversos momentos previos en los que parecía que una potencia hegemónica cerraba un periodo de confrontaciones con su triunfo sobre los rivales. En aquella década la victoria del bloque occidental en la Guerra Fría hacía del binomio [democracia liberal + capitalismo] el sistema social y económico más exitoso. Algo que posteriormente describirá muy bien Yuval Noah Harari en su famosísimo Homo Sapiens: la combinación de democracia y economía de mercado parecía ser la meta a la que tenderían tarde o temprano todos los países, incluso los que aún no hubieran alcanzado esa fase estaban abocados a ello. Era tan solo cuestión de tiempo, e inevitable, que la homogeneidad llegara al tablero geopolítico. Y con la homogeneidad, el fin de los conflictos, porque ¿por qué habrían de luchar los estados nación en el momento en el que compartieran valores tan elementales? Esta alineación de valores vendría acompañada de una mayor igualdad regulatoria y económica entre países, y una gran interconexión materializada en el despliegue de cadenas de valor distribuidas entre muchas naciones -la médula de la globalización- lo que rompería la mayor barrera a la que se enfrenta el internacionalismo político (como describía en la anterior entrada de este blog).   

Por otro lado voces como la de Samuel P. Huntington no compartían una visión tan optimista del futuro, afirmando que, más que por vectores económicos o políticos, las sociedades se guiaban por elementos culturales, según los cuales diferentes cosmovisiones resultan irreconciliables, porque arrastran la inercia y el acervo de generaciones pasadas hasta el presente. La confrontación está asegurada por el conflicto entre esas distintas formas de ver el mundo, en las que las religiones y la identidad nacional juegan un papel protagonista, tal y como describió en su artículo ¿Choque de Civilizaciones? 


Las 9 civilizaciones de un mundo multipolar identificadas por Huntington

Por aquella época yo era un adolescente pegado a su PC 286 y encantado con los juegos de Will Wright: primero el Sim City, (cuyo recuerdo me impulsaría más tarde a elegir carrera y especialización), y luego el Sim Earth. En este segundo juego el reto consistía en controlar los parámetros de un planeta para que floreciera la vida y evolucionase una civilización en distintas etapas. Una de las más avanzadas (la penúltima) era la sociedad de la información. En el manual de Sim Earth fue cuando vi descrita por primera vez la importancia que los datos y la información tendrían en el futuro (hablamos de unos 3 o 4 años antes de que internet, el correo electrónico o un módem entrasen en nuestras vidas y en nuestro vocabulario). 

Año 2020

Ya es una realidad: los datos como combustible y la inteligencia artificial como motor son un elemento clave en nuestra economía, y parece que una nueva guerra fría se juega en el plano digital. Pero los bloques no son los que describía Huntington, o, al menos, la importancia relativa de cada uno de ellos es absolutamente dispar. Podemos, de hecho, identificar tres bloques principales, y reducir el resto de geografías a la irrelevancia. Quienes quedan atrás afrontan, además, el peligro de caer en un nuevo colonialismo, según comenta de nuevo Harari en el minuto 7:35 de esta conferenciaquizá de un modo un tanto alarmista, en su papel de agitador de conciencias

Esos tres bloques son:

  • China, donde es bien sabido el papel omnipresente que juega el estado en el control de la economía y de la sociedad.
  • Estados Unidos, cuna de las empresas de mayor éxito en el ámbito digital, con su explosiva combinación de excelencia académica, casino financiero abierto al riesgo y a la adrenalina, y marco regulatorio relativamente permisivo.
  • Europa, donde, contando con una buena base académica, no estamos viviendo el éxito empresarial que sí se da en los dos anteriores. Como ciudadanos tenemos, eso sí, el marco regulatorio que mejor garantiza la protección de los derechos y libertades fundamentales, véase como ejemplo paradigmático el Reglamento General de Protección de Datos.

La antagonía entre EEUU y China entra dentro de lo evidente, al fin y al cabo pugnan por la hegemonía mundial (aunque en realidad su economías son tan interdependientes que resulta improbable una ruptura total). La mayor confrontación en el plano digital y comercial se ha dado en la segunda mitad del mandato de Trump, con varias empresas digitales chinas (Tiktok, Alipay, Wechat) en el punto de mira de la administración estadounidense por el uso de datos de millones de usuarios estadounidenses.

Lo más llamativo, a mi modo de ver, es la falla abierta en la placa tectónica que Huntington consideraba monolítica en 1996, el bloque vencedor del pulso 1945-1989: esta brecha se abre hoy y separa a EEUU de sus aliados europeos, bajo, atención, argumentos muy similares a los que esgrime EEUU contra China: el registro y procesamiento de datos de ciudadanos y empresas europeos por parte de las empresas de servicios digitales estadounidenses. Datos que, en última instancia, acabarían en manos del gobierno de EEUU y de contados aliados, para llevar a cabo labores de vigilancia y seguridad (véase la evolución de la Red Echelon desplegada hace décadas, pero que contaría hoy con la potencia de toda la huella digital actual). 

Para profundizar en los detalles de este conflicto hay que conocer las consecuencias de su judicialización a través del "caso Schrems", un ciudadano -y abogado- austríaco que, como todos nosotros, conoció la existencia del proyecto PRISM por las filtraciones de Edward Snowden en 2013. Este proyecto de la National Security Agency de EEUU articulaba la colaboración de las principales empresas digitales norteamericanas con la NSA en virtud de la Patriot Act aprobada en octubre de 2001 -justo tras los atentados del 11S- para fortalecer la seguridad nacional (a cambio de reducir determinadas libertades individuales). Las labores de vigilancia digital se hicieron extensivas a ciudadanos no estadounidenses con la aprobación de la Protect America Act en 2007 y la revision de la Foreign Intelligence Surveillance Act (FISA, en 2008), que en su sección 702 permite a la NSA recabar información de la actividad de ciudadanos extranjeros que operan con proveedores de servicios digitales estadounidenses. Esto hace legal ante el sistema judicial norteamericano la actividad de vigilancia gubernamental sobre ciudadanos no estadounidenses, pero éstos aún están amparados por la normativa de sus países de origen en materia de protección de datos, y por sus aparatos judiciales.

Maximiliam Schrems decidió denunciar ante la autoridad de protección de datos de Irlanda las transferencias de datos de los usuarios europeos de  Facebook a territorio estadounidense, por considerar insegura dicha transferencia -dado el flujo de datos entre empresas y NSA que se da en EEUU- ganando sendas sentencias judiciales, en 2015 y en 2020.

Por su lado, y ante el grave perjuicio económico y reputacional que para las empresas estadounidenses que operan en la Unión Europea puede darse, el Departamento de Comercio de EEUU ha publicado una guía que les ayude a proceder ante las transferencias internacionales de datos, y que arranca argumentando los siguientes puntos:

  • La mayor parte de la información que manejan las compañias de servicios digitales es irrelavante para la NSA, como lo es la actividad de la mayor parte de la población
  • Las cesiones de datos a la NSA en ningún modo son masivas e indiscriminadas, sino discrecionales, apuntando a sospechosos que supongan una amenaza fundamentada a la seguridad nacional.
  • EEUU comparte información de interés para la seguridad nacional de los estados europeos con sus autoridades

Al final se demuestran varias cosas: 

  1. La globalización está en retroceso porque una verdadera globalización no es posible sin un marco legal homogéneo. Esto se ha visto en el pasado en el plano laboral y en el medioambiental, y se ve ahora en el plano digital. 
  2. Sigo convencido de que el internacionalismo y los acuerdos multilaterales son la respuesta a los retos globales, que no conocen fronteras, pero no veo avances o convergencia en esa dirección, más bien al contrario en el caso de actores imprescindibles como EEUU (abiertamente), o China (manifestando una cosa y practicando la contraria).
  3. Es más que probable que las empresas multinacionales se vayan a ver obligadas a compartimentar la prestación de sus servicios por geografías. Puede haber desarrollos globales y un diseño de servicios bajo estándares comunes en todos los países en los que operen, pero el despliegue de soluciones deberá ser local (operando en servidores localizados en la geografía de los usuarios) para no depender de transferencias internacionales de datos. Una alternativa a ello es pasar a operar con datos no personales (disociados irreversiblemente, o agregados). Cualquiera de estas fórmulas es perjudicial para dichas corporaciones: en la primera se pueden perder economías de escala, con la segunda pueden no ser factibles muchos propósitos de negocio.